O sorriso de Lilí / Homenaxe a Araceli Herrero Figueroa / Colectivo Egeria
Querida Lilí
Querida Lilí:
En diciembre de 2019 falleció mi padre. En el tanatorio, recién llegada de Madrid, apareciste tú: fue la última vez que te vi. Aún en esa situación poco propicia, me hiciste reír… “Mira, Maribel -me dijiste-, en vista de que ya vamos entrando en la tercera edad, los amigos podríamos pasar nuestra vejez en la Residencia de Os Ollos Grandes, lugar cómodo, céntrico y al lado de la calle de los vinos”. Y Manolito López Pardo, que nos estaba oyendo, preguntó: “¿Y cuántas plazas vais a querer?”, a lo que nosotras respondimos: “Reserva 18”. Esa es la imagen última que guardo de ti: solidaria con las amigas y aliviando las situaciones difíciles con sentido del humor.
Con tu gran fortaleza física y psicológica, ¿quién podría presagiar que te fueses de una manera tan imprevista e impensada? Hacías percibir tu presencia allá a donde ibas, por eso tu ausencia se palpa en el aire. Tu marcha me hizo reconstruir nuestros encuentros a lo largo de nuestra vida, aunque a veces fuesen después de largas ausencias.
Te recuerdo cuando éramos muy pequeñas en el Cantón de Lugo. Era la vuelta del verano, estabas muy morena y llevabas un vestido de tirantes de cuadros amarillos. Me fijé en ti porque eras la que mejor jugabas al limbo. Coincidíamos a veces, aunque no demasiado porque íbamos a distintos colegios; nuestras familias tenían una relación antigua y, además, en el Lugo de entonces nos conocíamos todos los niños.
Fue después, a nuestros 16 años, cuando empezamos a tener una relación más directa. Eran aquellos maravillosos veranos en Santa Cristina… El precioso mar -pasábamos la mitad del día en la playa-, la alegría de La Coruña, llena de luz y color, con música en las calles, risas y bullicio, encandilaba a unas niñas que llegaban de Lugo, ciudad entrañable y “nuestra”, pero oscura, triste y muy eclesiástica. La “xuntanza” de amigos de edades aproximadas y con enormes ganas de diversión era una manera maravillosa de estrenar la vida; sólo necesitábamos eso para ser felices: verano, mar, amigos y mucha risa. Allí tuvimos nuestros primeros noviecitos y aún te recuerdo en los guateques siempre pidiendo que pusieran el mismo disco: “Tombe la neige”, de Adamo.
El siguiente lugar de encuentro fue Santiago. Tenías una brillantez innata, producto del colegio de Fingoy, donde habías cursado el bachillerato; pero además eras muy trabajadora. En aquella época te admiré porque llegabas a todo con nota: a las nueve estabas en clase, siempre puntual, tus apuntes eran excelentes, te arreglabas de punta en blanco para salir con Humberto, y al día siguiente te levantabas a las cuatro de la mañana para estudiar. Te casaste muy joven, apenas terminado segundo, pero volvías todos los años a Santiago a examinarte en junio -te recuerdo embarazadísima presentándote a Moreno-. Y… “Vergüenza sobre ustedes”, que diría Monge, nuestro Catedrático de Lingüística: tú te llenabas de Sobresalientes, mientras los demás arrastrábamos alguna asignatura para septiembre. A Carballo no le pasaste inadvertida, no…. Desde Fingoy hasta la Facultad fuiste su alumna preferida: valoraba tu creatividad, tus facultades intelectuales y tu capacidad de trabajo.
Más tarde perdimos un poco la relación -yo no iba mucho a Lugo-, pero la recuperamos a través de tu hermana Nenuca, también como hermana para mí: vivíamos cerca y la dinámica de nuestras vidas nos aproximó. Por estos años tuvimos algún encuentro profesional: recuerdo con mucho agrado el Congreso de Pardo Bazán en La Coruña, en el que estuviste muy brillante.
Y ya, Lilí, estos últimos años nos hemos visto con más frecuencia. Volví a Lugo de manera periódica, sobre todo después de jubilarme, y con mi padre ya enfermo. El reencuentro con mis amigas de antes -de siempre- es una de las cosas de las que estoy más satisfecha en la vida. Los cafés con antiguas amigas del colegio, así como contigo y tus hermanas, Nenuca y Macali, con Mary Loly, Siña y mi prima Enma, nos hicieron recobrar el pasado, porque nunca se fue. Ahora, cuando voy a Lugo te recuerdo, corriendo por los soportales porque tienes a tus hijos a comer, proyectando lo que vas a escribir, haciendo planes para que nuestros nietos se conozcan en verano y mil cosas más.
Voy a echarte de menos en otoño en el Homenaje a Pardo Bazán por su Centenario. ¿Sobre qué escribirías tú? ¿Qué tema elegirías para tu conferencia? Te guardo el asiento a mi lado.
Hasta siempre, Lilí.