Cárdenas, Inmaculada

Texto homenaje a la profesora Araceli Herrero Figueroa

Conocí a Araceli cuando llegué a Lugo en octubre de 1983. Nos nombraban por la materia que impartíamos: “la de gallego”, “la de música” y creo que aún lo siguen haciendo los alumnos.

En algunos departamentos éramos sólo un representante de la entonces Escuela de Magisterio de Lugo, lo cual hacía complicada la relación entre los profesores, ocupados en nuestra docencia, en las investigaciones y en las rutinas diarias; pero siempre hay algunas personas con las que conectas más, aunque a veces pareciera que no son las más afines. Con Araceli me unieron las estrellas, las dos estábamos bajo el signo cáncer: amables y familiares, trabajadoras e imaginativas.

Al año siguiente de mi llegada a Lugo, o quizás dos años después, el profesor José Manuel Vez Jeremías presentó su candidatura a la dirección de la Escuela y casi todo el mundo lo apoyó, desde luego uno de estos apoyos fue el de Araceli Herrero. Una persona comprometida con la mejora de la Universidad y con la mejora de la investigación en la misma. Toda su trayectoria estuvo marcada por este proceder. Siempre alentando las innovaciones en educación y en las investigaciones que se iniciaban. Personalmente tengo que agradecerle su apoyo y amistad en los más de treinta años que compartimos hasta nuestras jubilaciones, que se produjeron en el mismo periodo.

Ya jubiladas, siempre que nos encontrábamos nos saludábamos con mucho cariño y nos prometíamos quedar para hablar. La vida de jubilada es tan completa como la académica y a veces, como en nuestro caso, las geografías diversas en las que transitábamos impidieron que nos viéramos otra vez. Estaba en el sur cuando una alumna -Mónica Álvarez la soprano del Grupo de Creación Sonora de la USC- me escribió y me dijo que Araceli estaba ingresada con Covid. Los alumnos tienen chats para no perder el contacto y le agradecí mucho que me lo dijera.

Araceli fue una de las personas con las que finalmente llegué a tener una relación más cercana en los más de treinta años que trabajamos juntas en la Escuela de Magisterio.

Tuve el honor de escuchar su lección magistral el día de Santo Tomás, antes de que yo la leyera, y me dejó impresionada la factura y el conocimiento de su texto.

Araceli fue también una madre de familia dedicada a su otro gran amor: sus hijos y su marido. Conocí a varios de ellos; el más al pequeño, Gustavo, participó en talleres de música de los que organizaba periódicamente en la Escuela en todos aquellos años.

Siempre le he agradecido lo cariñosa que fue conmigo. Realmente sentí que nos dejara y de la forma como sucedió. Aún tengo su whatsapp y no lo he borrado, es una forma de que siga entre nosotros, conmigo, justo hoy que escribo estas notas, un día tan querido por ella: el 17 de mayo, Día das Letras Galegas.